domingo, 13 de abril de 2014

El protocolo y la etiqueta, no son lo mismo




El protocolo y la etiqueta no son lo mismo; así mismo como lo leen. Desde que comencé a hacer la investigación de tema para mi tesis, -hace unos cuántos años, la verdad-, me tropecé con que había gran confusión con la definición de estos términos. Lo increíble es que después de todo este tiempo, se sigue teniendo la percepción de que son la misma cosa, cuando realmente no lo son. Al parecer, nada ha cambiado.

Siempre he pensado que las cosas hay que llamarlas por su nombre, no de otra manera. Y aunque en algunos diccionarios pudiera parecer que una define la otra y que no existe diferencia, si la hay. Así que aquí estoy, luego de haber leído “un poquito” sobre el tema para tratar de establecer una diferencia entre los términos. Las palabras de por sí tienen varias acepciones o definiciones similares; lo que pudo crear confusión. Aunque si analizamos bien las definiciones, las mismas nos dan la diferencia entre los términos. 

En el Diccionario de Uso del Español, de María Moliner, encontramos el protocolo definido como el “conjunto de reglas para la celebración de las ceremonias diplomáticas o palatinas. Por extensión, conjunto de reglas de cortesía o de urbanidad usadas en cualquier sitio: ‘El protocolo no permite ir en mangas de camisa’. Ceremonial, etiqueta, ritual”.  Pero también tenemos que la etiqueta es el “conjunto de reglas que se observan en el desarrollo de los actos solemnes u oficiales. Ceremonial. También en sociedad, particularmente entre personas distinguidas o en ocasiones solemnes. Observancia de esas reglas. “Una casa de mucha etiqueta”.

El diccionario Espasa define el protocolo como “el conjunto de reglas y ceremoniales que deben seguirse en ciertos actos o ciertas personalidades: se sentaron en el comedor de gala según lo establecía el protocolo”. La etiqueta es el “conjunto de estilos, normas, usos y costumbres que se deben guardar en los actos públicos o solemnes: La etiqueta de la Casa Real, olvidó la etiqueta emborrachándose en casa ajena”. 

La RAE, nos indica que el protocolo es la “regla ceremonial diplomática o palatina establecida por decreto o por costumbre”. La etiqueta es el “ceremonial de los estilos, usos y costumbres que se deben guardar en las casas reales y en actos públicos solemnes”. Otra acepción es “ceremonia en la manera de tratarse las personas particulares o en actos de la vida privada, a diferencia de los usos de confianza o familiaridad”.

Fernando Corripio, en su Diccionario de ideas afines nos da la base de su diferencia. Su diccionario, más que un diccionario de la lengua, es uno ideológico. Indica, en la sección sobre el uso del diccionario, que la obra permite, hallar o recordar uno o varios vocablos o ideas específicos, necesarios al redactar o al expresarse verbalmente, facilitar a quien trata un tema determinado, gran cantidad de conceptos y voces afines, lo que unido a las numerosas referencias cruzadas incrementa la riqueza y el ámbito ideológicos del tema hasta limites sorprendentes y ofrecer una división analítica de cada una de las distintas materias, contribuyendo a aclarar y concretar su sentido y alcance”. Bajo etiqueta incluye: “Ceremonial. Ceremonia, etiqueta, protocolo, solemnidad*, ritual, rito, cortesía, educación, trato social, amabilidad*, seriedad, severidad*, detalle*, costumbre, preceptos, guía, canon, formalidad*, formulismo, formalismo, fórmula, aparato, pompa, boato, bambolla, venidad*, afectación*. El asterisco, indica que al consultar esa voz se hallará un artículo largo o principal, que
proporcionará numerosos términos afines al mismo. Así que, como vamos viendo; parecen que son lo mismo, pero no lo son.

Esto lo vi mucho más claro con la definición de Don José Antonio de Urbina; que indica que el protocolo es “la técnica de hacer bien las cosas; el conjunto de normas que nos dicen cómo debemos actuar, lo que simplifica nuestra complicada vida”. Añade que “es aquella disciplina que con realismo, técnica y arte (pues tiene de las tres cosas) determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante”.   

Si miramos bien las definiciones, el protocolo tiene que ver con la estructura, con la regla, con la directriz, con la forma. Por el otro lado, la etiqueta está enfocada en la observancia de esas reglas, en su uso, la manera de tratarse, de desenvolverse. Están íntimamente relacionadas, pero no son lo mismo. Así que podríamos decir que el protocolo es el conjunto de normas y reglas y la etiqueta es cómo se aplican las mismas, como se observan, como uno se desenvuelve con ellas. Por lo tanto, una es la forma, y otra el estilo.

Para visualizarlo mejor, vamos a usar un ejemplo. Podríamos decir que el acomodo de los cubiertos en una mesa, cómo van colocados es el protocolo, la regla. Cómo cada uno de los comensales utiliza los cubiertos, cómo se desenvuelve en la mesa, esa es la etiqueta. Espero que con este ejemplo quede clara; confío que sí, la diferencia de los conceptos.

Para recapitular; el protocolo es la estructura, la regla, la forma y la etiqueta es la manera de comportarse, de desenvolverse, de ejecutar esa norma. Ambas son afines, están intrínsecamente ligadas y van tomada de la mano, pero no son lo mismo. Así que ahora sólo nos queda, utilizar de manera correcta cada uno de los términos.

martes, 25 de marzo de 2014

El uso de los grados académicos



Últimamente he visto, cada vez con más frecuencia, el uso de los grados académicos como M.A., Ph. D., J.D., etc., acompañando firmas en documentos, nombres en tarjetas de presentación, presentaciones profesionales, etc. También me encuentro con la inclusión de abreviaturas o siglas de las especialidades de alguna profesión en esas u otras situaciones.

Aunque sabemos que las personas los usan para hacer una diferencia ante los demás respecto a su preparación académica, los mismos no deben ser utilizados. Alguno podrá decir que mucho le costó lograr su grado académico, que lo sudó y que por eso lo usa. Pues habrá que reconocerle su esfuerzo, pero tendré que mencionar que lo correcto sería no utilizarlo.

Y es que los títulos académicos no deben acompañar el nombre, ya sea antes o después del mismo.  Así que el uso de Prof. Marisa Vega, M.A.; Prof. Marisa Vega o Marisa Vega, M.A.; es incorrecto. Debería aparecer, en la firma o en la información sólo Marisa Vega, sin nada más.

En el campo empresarial lo importante es el puesto que ocupa, no la educación académica que tiene la persona. ¡Claro!, la educación es importante porque sino no hubiese sido contratado, pero en el trabajo, no hace diferencia porque lo relevante es la función que está realizando, cuál es su posición dentro de la empresa o compañía.

Y para que se entienda lo que estoy tratando de decir; muchas empresas han tenido presidentes o gerentes generales que tienen maestría, doctorado, que son abogados, ingenieros, etc.; pero no utilizan los títulos. Y eso es lo correcto. ¿Por qué? Porque en ese momento su función es la de presidente o gerente general, no importa cuál sea el grado académico que ostenta.

Lo mismo sucede con los grados académicos dentro del gobierno. Casi todos los gobernadores han sido abogados, excepto Pedro Rosselló que era médico y Sila María Calderón que cuenta con estudios conducentes a una maestría en administración pública. Si nos damos cuenta, ninguno utilizó o firmó con Dr., Lcdo., M.A., J.D. o algo parecido porque en ese momento no era relevante su grado académico. Su función era la de ser gobernador.

En el único campo que está permitido el uso de los grados académicos es, naturalmente, en el educativo. En la Academia sí importa y hace diferencia que usted tenga un doctorado sobre una maestría. Porque el nivel de rangos es académico; así que es algo fundamental y necesario.

Lo mismo sucede con las especialidades dentro de las profesiones. A veces usted ve una serie de abreviaturas o siglas, al lado de los nombres que no le dicen nada porque usted no tiene idea de qué significan. Y no es que no se utilicen. Es pertinente utilizarlas, pero en cosas del gremio al que se pertenece porque allí se conoce su significado. Además, es una manera de establecer las especialidades y los rangos dentro de la misma. Fuera de allí, para el resto de las personas, no hace diferencia ni podría tener ningún sentido.

También sucede con las profesiones licenciadas. Si para ejercer esa profesión todos necesitan estar licenciados, en cosas del gremio no debe incluirse la abreviatura de licenciado. Usted ve publicaciones, anuncios o cualquier documento y ve que a todos y cada uno de ellos se le incluye la abreviatura. Algo realmente innecesario porque resultaría redundante.

Y algo importante respecto a la abreviatura de las profesiones con licencias. La abreviatura correcta es Lic., y no Lcdo. como muchos utilizan. La abreviatura Lcdo. debe ser utilizada por los graduados de leyes, para los Juris Doctor, no para los profesionales con licencia. Por ejemplo, en el caso nuestro, el de los relacionistas licenciados; debemos firmar con el nombre y Lic. R-______ (el número de su licencia). Sin incluir B. A., M. A., o algún otro grado.

Es importante que tengamos esto claro para que hagamos las cosas de manera más correcta posible. Eliminemos el uso de los grados universitarios, las abreviaturas y las siglas en la información y las cosas que van para la comunidad general. Como profesionales conocedores de lo que es correcto debemos evitar el uso de los grados universitarios y las abreviaturas acompañado su nombre. Proyectémonos de la mejor manera posible. 


domingo, 22 de diciembre de 2013

22 de diciembre, día de la bandera puertorriqueña


El 22 de diciembre de 1895, “Don Juan de Mata Terreforte, sobreviviente de El Grito de Lares, presentó a la Asamblea de puertorriqueños reunidos en Chimney Corner Hall, en Nueva York [Estados Unidos de América], la bandera puertorriqueña ideada por don Manuel Besosa y aclamada por toda la concurrencia”. Así lee en el libro “Génesis de la bandera puertorriqueña: Betances, Henna, Arrillaga”, de Roberto H. Todd. Este evento es lo que le da paso a que un día como hoy se celebre el día de nuestra bandera.

En este libro, que habla sobre los orígenes de la bandera puertorriqueña, trae a discusión las dos teorías relacionadas a quién la diseñó. La primera, que fue ideada por Antonio Vélez Alvarado, de Manatí, en 1891; y la segunda, que fue por Manuel Besosa y la presentada en 1895. No voy a pasar juicio sobre quién fue el creador, por lo menos en este escrito, pero en el texto se indica que luego de consultarle a diversidad de personas, entre ellos sobrevivientes de El Grito de Lares, se tomó como válida la segunda teoría, la que su creador fue Manuel Besosa.

Independientemente de quién fue el que la ideó; desde hace 118 años, la bandera de cinco franjas rojas y blancas, alternadas, con una estrella de cinco puntas, blanca, dentro de un triángulo equilátero azul claro, es la bandera que representa a todos los puertorriqueños. Pero, al parece, no tenemos claro lo que esto significa y la hemos etiquetado.

Y lo menciono porque nos hemos “acondicionado” a encasillarla, pero no a mirarla de frente, respecto la realidad del momento histórico que se vivió cuando se escogió como la bandera representativa de los puertorriqueños. En ese tiempo, Puerto Rico estaba buscando independizarse de España; lo mismo que hacía Cuba. Entonces se hizo causa común y trabajaron juntos para lograrlo. Es interesante mencionar que “la incubación” de esto fue, en parte, gestada en los Estados Unidos de América. Así que los EE.UU. colaboraban con ambas colonias para que se “liberaran” de la dominación española.

Luego de la Guerra Hispanoamericana, al pasar a ser parte de los EE. UU. como botín de guerra, se siguió utilizando la bandera; pero ya esta vez no como símbolo contra la opresión española, sino como símbolo de resistencia a la invasión norteamericana. El objetivo seguía siendo el mismo, lograr tener un país libre y soberano. En 1930 el Partido Nacionalista la adoptó como su estandarte.

Es imperativo conocer la historia y tener claro que aunque la realidad de aquel momento en nada se parece a la que hay ahora; y que las cosas necesariamente no son o fueron como nos las han pintado; la bandera puertorriqueña siguió siendo, hasta el día de hoy, la mejor representación de la esencia del puertorriqueño. Era -y es- lo que nos representaba como pueblo. Era -y es- nuestra identidad reflejada en un hermoso símbolo. Por eso, ha sobrevivido todo este tiempo.
Una de las tonalidades de azul que es utilizada, pero no es la oficial.

Esto quedó plasmado en la conferencia leída por Roberto H. Todd el 10 de septiembre de 1937 en el Ateneo Puertorriqueño; según publicado en el libro Génesis de la bandera puertorriqueña: Betances, Henna, Arrillaga, de Roberto H. Todd.: “La bandera de Puerto Rico y la que será nuestra bandera en el futuro, no importa el porvenir final que pueda caberle a nuestra querida Islita. Nos referimos a la bandera de las cinco franjas rojas y blancas, alternadas con triángulo azul y estrella blanca de cinco puntas en el centro del triángulo; o sea, la misma bandera de Cuba con los colores invertidos”.

Esto se demuestra décadas después, cuando el 24 de julio de 1952, un día antes de establecerse el Estado Libre Asociado, se aprobó la Ley núm. 1, reconociendo la bandera puertorriqueña como la bandera del nuevo sistema de gobierno: “La bandera del Estado Libre Asociado de Puerto Rico será la que tradicionalmente se ha conocido hasta ahora como la bandera puertorriqueña y que es rectangular, de cinco franjas horizontales alternadas, tres rojas y dos blancas y junto al asta un triángulo equilátero azul con una estrella blanca de cinco puntas. Este triángulo por el lado vertical, abarca la anchura de la bandera”.

La ley no menciona la tonalidad de azul, pero claramente está definida que es la que hasta ese momento era la que se conocía como la bandera puertorriqueña. Así que desde siempre ha estado claramente definida cuáles son sus colores. Por eso es que no entiendo cuál ha sido el “mal entendido” con el color azul. Y es que aquí, y volvemos a lo mismo de siempre, interpretamos, modificamos o utilizamos las cosas, incluidas las leyes, según conveniencia. Claro, porque la gran cantidad de las personas tenemos muy poco conocimiento de las cosas, de la historia, de las leyes, etc.; así que nos dejamos influenciar por cualquiera creyendo o avalando cualquier cosa que nos dicen.

Esta tonalidad de azul tampoco es la oficial.


La bandera puertorriqueña pasó a ser de todos. Se convirtió en la bandera representativa de nuestra nación, de nuestro país. Tan es así que es símbolo de nuestra soberanía deportiva. Por lo tanto, debe estar sobre cualquier consideración político partidista o ideológica. Esto incluye el “cambio” de tonalidades en el azul. Y es que, aún teniendo claro cuál es color azul de la bandera, la podemos encontrar con diferentes tonalidades. Cada partido ha escogido su “azul”, el que más le gusta, el que más le conviene, el que más se “amarra” a su línea ideológica.

Lo más interesante es que esto se comenzó desde los mismos inicios del Estado Libre Asociado. He estado investigando sobre la bandera que se izó ese día para ver sus colores; pero al parece, nadie la guardó. Las fotos que he visto sobre el izamiento de la bandera, en blanco y negro, me dan la idea de que el azul utilizado no fue el azul claro; sino uno más oscuro. Si el 25 de julio de 1952 se izó una bandera con un azul diferente, pues fallamos. No sé cuáles serían las consideraciones para izar la bandera con otro azul; ¿a lo mejor para que su fondo se pareciera al fondo de la bandera estadounidense? Quién sabe. Lo que sí es que, y esta es mi humildísima opinión, si se quería cambiar la tonalidad de azul de la bandera, el momento idóneo era hacerlo antes de convertirla en ley y dejarlo allí plasmado.

Ciento dieciocho años han pasado desde que se presentó y fue aprobada y aclamada como nuestra bandera a viva voz por los patriotas puertorriqueños en el Chimney Corner Hall, en NY. Ciento veintidós años tiene, si avalamos la teoría de que fue ideada por Antonio Vélez Alvarado, de Manatí. Sesenta y un año y medio que existe la ley que establece cuál es nuestra bandera. Hace más de sesenta años que contamos con el Reglamento sobre el Uso en Puerto Rico de la Bandera del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y cuya última revision se hizo hace dieciocho (Reglamento Núm. 5282 del 3 de agosto de 1995).

¿Que por qué menciono todo esto? Porque nuestra bandera no está en un vacío ni se le puede cambiar el color a conveniencia o gusto; si no que se ha ido formando en el tiempo, en la historia. En ella está nuestra esencia de pueblo y es lo que mejor nos representa. Es uno de nuestros símbolos más importantes y como tal debemos reconocerla. Respetémosla tal y cual es: con sus colores originales, con los que dicta la ley. No la utilicemos como punta de lanza para intereses político partidistas o de otra índole. Démosle el lugar que le corresponde como nuestro emblema nacional. Porque la bandera con cinco franjas rojas y blancas, alternadas, y una estrella blanca en el centro de un triángulo azul claro es la nuestra; la original, la verdadera.



domingo, 30 de junio de 2013

El “Save the Day”, las invitaciones y las confirmaciones

Como sociedad, hemos creado ciertas guías de comportamiento buscando establecer orden y/o lograr un mejor desempeño de las actividades humanas que realizamos. Cada cultura ha adaptado o desarrollado las suyas respondiendo a sus necesidades particulares. Además de las generales, hemos establecido las propias de las diferentes áreas o situaciones; lo que hace que no importa lo sencillo o complejo de las mismas, puedan realizarse de la mejor manera posible.  

En ocasiones ponemos todo nuestro empeño en la organización de las actividades. Nuestra meta es que las mismas sean todo un éxito. Queremos que todo quede perfecto y prestamos especial atención a los detalles. Pensamos que ya con esto, vamos a lograr nuestro objetivo. Pero, lamentablemente, esto no garantiza que lo logremos. Hay cosas que no podemos controlar y algunas de ellas pueden, desde mucho antes de empezar la actividad, complicarnos la vida.

La complicación puede venir de parte de los invitados; y en ocasiones de nosotros mismos. Esto se debe en gran medida al desconocimiento o la confusión que muchos pudieran tener con el “Save the day”, con las invitaciones y con las confirmaciones. Es importante mencionar que cada una de ellas cumple una función especial.

El “Save the Day” no es otra cosa que un aviso para que usted separe una fecha específica. Se suele enviar con bastante antelación, podría ser en un mes o poco más de eso. Lo que se busca es que la persona que lo recibe vaya separando la fecha en su calendario. No tiene que llamar para confirmar su asistencia; ya hará lo propio cuando le envíen la invitación. 

La invitación es la base de todo. Toda actividad, no importa si es casual, informal o formal, la requiere. Su diseño dependerá del tipo de actividad que sea. La misma suele ser enviada entre dos semanas a un mes, dependiendo la importancia o complejidad de la misma. Requiere confirmación. 

La confirmación es, para mí, el elemento más importante en la organización de una actividad. Toda persona que reciba una invitación debe confirmar su asistencia si va a participar. Es más, sería conveniente indicar si no va a asistir para que el anfitrión pueda tener un mejor panorama. Esto, por una sencilla razón; las confirmaciones son las que van a decidir, en gran medida, lo que será la actividad. 

Lo usual para nosotros es hacer una proyección de cuántas personas irían a la actividad, tomando como base la cantidad que invitamos. A eso le aplicamos por cientos para la comida, los recordatorios; etc.. Pero no deberíamos trabajar así porque corremos el riesgo de que la situación se nos salga de las manos. Lo correcto sería trabajar con los números más reales posibles y estos se obtienen con las confirmaciones. 

Podemos visualizar la importancia de las confirmaciones cuando en una actividad nos encontramos con problemas de espacio, donde los programas se terminan, no hay recordatorios para todos y la comida se acaba rápido. O por el contrario; el salón se ve vacío, sobra muchísima comida, se quedan los recordatorios, etc.. Inmediatamente culpamos al anfitrión y “quemamos” al organizador o coordinador. Pero, ¿realmente toda la responsabilidad es suya?. 

Mucha de la responsabilidad recae en los invitados que no confirmaron y fueron a la actividad, y en los que confirmaron y después no fueron. Esto es porque a partir de las confirmaciones es que se va a ajustar el espacio, la decoración, se hace el acomodo en las mesas, se establece la cantidad de comida y se compran los recordatorios, entre otras cosas. Organizar una actividad conlleva una inversión que en ocasiones es bastante alta. Deberíamos, entonces, ser más considerados con quienes nos invitan.

Otra cosa importante con las invitaciones y las confirmaciones, es que si lo invitan a usted y a un acompañante no lleve más personas. Limítese a lo que indica la invitación. No solemos confirmar y encima llegamos acompañados. Si todos los invitados hicieran lo mismo, se duplicaría y hasta se triplicaría la cantidad de asistentes a la actividad. Respetemos a nuestros anfitriones. 

Comencemos a hacer las cosas de la manera correcta. Con el "Save the Day" separemos la fecha. Si recibimos una invitación, confirmemos si asistiremos y si es posible, indiquemos que no vamos. Tampoco pasemos las invitaciones a otros o los invitemos. Al final de cuentas, el que lo invita a una actividad lo que busca es compartir un rato agradable con usted y los demás invitados. Así que, sea considerado y no le complique la vida a su anfitrión...

lunes, 27 de mayo de 2013

El sello del gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico


Hon. Alejandro García Padilla

Del primer mensaje de estado del gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, honorable Alejandro García Padilla, hubo algo que me llamó la atención de manera especial: el sello del gobernador. Desde ese momento decidí que quería escribir sobre esto porque el sello había cambiado. Algunas cosas he identificado y aprendido a través del tiempo pero me di a la tarea de buscar más información porque mucha disponible, no hay. Así que lo que aquí escribo podría tener algunas lagunas pero será la base para seguir investigando sobre el tema.

El sello se coloca en el ambón o en el atril de donde se va a dirigir el gobernador. Es para identificarlo. Y antes de continuar, tengo que hacer un paréntesis para hacer una aclaración. El nombre correcto es ambón o atril, no podio. El podio, es para poner los pies. Por definición, según la RAE, el podio es una “plataforma o tarima sobre la que se coloca a alguien para ponerlo en lugar preeminente por alguna razón, como un triunfo deportivo, el hecho de presidir un acto oficial, dirigir una orquesta, etc.”. Así las cosas.

lunes, 22 de abril de 2013

El nombre de Puerto Rico



Clara estoy, que uno de nuestros grandes problemas es de educación. Si nos educáramos más, la mitad de las discusiones que se dan; que en muchos momentos toman dimensiones político partidista, no tendrían razón de ser. En vez de invertir nuestro tiempo en discusiones estériles, deberíamos utilizarlo en cosas realmente productivas y necesarias para el país.

En esa categoría incluyo la discusión que se da en nuestra Isla, repetidamente, sobre el nombre de Puerto Rico. Cada vez que cambia una administración, se hace un “operativo” a nivel gubernamental. Se le cambia el nombre a instituciones, a los procesos, a los sistemas, etc. Hay cambios de logos, de papelería, de colores; en fin, se trata de borrar toda huella. Así pasamos de Estado Libre Asociado de Puerto Rico a Gobierno de Puerto Rico y volvemos a empezar. Esto, lo único que deja claro es que no hemos alcanzado nuestro nivel de madurez ciudadana.

Una constitución, se supone, es la ley suprema de un país. Claro, por nuestra relación con los EE. UU., existen algunas consideraciones respecto a su Constitución que debemos tener. Si somos un país de ley y orden, debemos cumplir con lo dispuesto en nuestra Constitución, en nuestras leyes y reglamentaciones.  Esto no es cuestión de gustos; sino lo que debe ser. 

El nombre oficial de nuestro país es Estado Libre Asociado de Puerto Rico; según establecido en nuestra Constitución de 1952. Esto hay que verlo desde el punto de vista jurídico; no ideológico. El Artículo 1 de la Constitución es sobre el Estado Libre Asociado. La Sección 1 establece el nombre. “Se constituye el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Su poder político emana del pueblo y se ejercerá con arreglo a su voluntad, dentro de los términos del convenio acordado entre el pueblo de Puerto Rico y los Estados Unidos de América”. 

jueves, 28 de marzo de 2013

La bandera puertorriqueña, la monoestrellada, la nuestra.

“Ondea, ondea, ondea bandera ondea, cuando mi bandera ondea, que gran orgullo me da”.
(Ondea bandera, composición de Don Tite Curet Alonso)

Si algo identifica la esencia de una nación son sus símbolos patrios. Por eso creo pertinente hablar sobre nuestra bandera, la monoestrellada, la bandera puertorriqueña. Es importante recalcar que debemos ver esto en el contexto correcto, en el histórico, en el educativo, en el cultural, en el deportivo. Hay que ver las cosas en su justa perspectiva y dejar a un lado las consideraciones políticas e ideológicas. Tenemos que educarnos más y politiquear menos. Sólo así podremos mirar esto con los ojos que debemos mirarlo.

jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus Papam: Un cónclave histórico que, sin duda, marca el futuro de la iglesia.



El protocolo de la iglesia católica siempre me ha parecido fascinante. Pero sin lugar a dudas, este cónclave me lo ha reconfirmado de una manera muy especial. La elección del nuevo papa es un proceso realmente interesante, estructurado y con reglas muy claras. Las actividades y los simbolismos; muchos. No podemos perder de vista que la iglesia católica es una institución milenaria, que vela cuidadosamente cada uno de sus procesos y que tiene muy definido su propósito y cómo se realizan todas sus ceremonias. Así es que funciona.

martes, 12 de marzo de 2013

Comienza una nueva aventura...

Hay pasos que tenemos que dar y caminos que andar. Con este blog estoy comenzando a hacerlo. Desde hace tiempo acariciaba la idea de hacer uno cuyo tema principal fuera el protocolo puertorriqueño. Y es que nuestro protocolo, por nuestras raíces españolas y nuestra relación política con los Estados Unidos de América, es uno muy particular. Claro, cada país tiene lo suyo, pero el nuestro es uno interesante de estudiar; bueno, por lo menos para mí.

Puerto Rico, siguiendo la línea de los Estados Unidos de América, con quién tiene una relación política algo “especial”, cuenta con uno de los protocolos más flexibles del mundo. Y no estoy diciendo que no tengamos protocolo ni que ellos tampoco; lo que sucede es que podría ser más laxo que en otros países. A veces cometemos uno de nuestros más grandes errores; confundir flexibilidad con carencia. Ahí es cuando comenzamos a fallar.